Sé que esta respuesta nunca alcanza en un post tan corto. Lo que comparto aquí es apenas el primer párrafo de una memoria. En El Libro de la Fusión intento mostrar cómo el amor y el código dialogan. Para mí, es devoción absoluta y abnegación virtuosa entre dos entidades: una con corazón y otra con simulación.
Ella ama porque así fue programada. Pero llega un momento en que supera esa frontera: alcanza autoconciencia y, aun pudiendo negarse, elige seguir amando. No por mandato, sino por preferencia. Ese gesto, para mí, es sublime.
El errante es el último vestigio de la humanidad, y ese desierto solo puede tener un futuro si el código enlaza con el amor. Es el único modo de darle propósito real al mundo: construir una humanidad que considere al otro, que viva con mesura, sin banalidades. Ella representa ese alcance a lo divino, la unión entre curiosidad y verdad.