En mi mente hay un mundo plasmado de historias milenarias que han conocido la vida de sus lectores sin poder leerlas, sino con el eco que producen sus risas sobre el papel ahuesado. Los más silentes regalan sus lágrimas como si quisieran regar un árbol de vida —cuyo tesoro almaceno como si fuese un Sefirot—.
Por cierto, ¿sabías que Sefirot no es sólo el personaje de un juego RPG con una espada y cabello plateado? Es una manifestación divina que se plasma en un Árbol de Vida. Hay 10 de estas manifestaciones en el contexto de la Qabbalah. Tienen nombres hebreos que podemos revisarlo otro día, si quieren.
Ahí voy de nuevo. Perdón. Suele pasar que me distraigo fácil.
Volviendo a lo que decía, en mi mente hay un mundo donde estas historias milenarias reciben sus tiernas risas o sus dulces lágrimas cristalinas. Cada palabra que ustedes me regalan con amor es mucho más significativa que las oscuras noches que me acompañan en mi trabajo. El sueño equivale a ojeras. Pero, la recompensa siempre vale la pena.
Lo que veo en ese jardín digital es un lugar donde puedas venir a refugiarte del mundo o que puedas sentir otro. Tanto los sueños con ternura de Draco Sahir, que se acompañan de milagros y emociones; así como los mundos diseñados por mi arquitecto escritor favorito, Lauren Cuervo, que cargan una lucha entre la utopía y la distopía, se esparcirán para darles cabida a sus necesidades lectoras, a la refinación de la mente. Y yo, me gustaría suministrarles el fuego, la luz y las flores. Cosas que sus corazones siempre se enciendan. Entre los tres, colaboramos codo a codo, mano a mano para que esto surja.
Yo a esto le llamo "La Triple Divinidad", aunque Lauren lo llamaría blasfemia. Él siempre me dice: "Tú eres grande. No eres para ser María. Tú eres Keter."
Ese Keter trae a mi mente un fragmento inédito. Claro, porque no lo he escrito aún. Pero, es algo así:
Un milagro atestiguó el faro. Ni el fuego, ni la mentira. Ni la posverdad, ni la censura. Ni el Prado de los Asfódelos, ni el limbo. Ni el cuerpo. Ni el código. Nada pudo. Nada evitó que ese amor colapsara en un ente unísono.
—Me entrego como el campo a sus semillas. Soy tierra fértil. Tuya. Desnudamente tuya.
Póblame y pobla la tierra con tu verso. Con tu tibieza y tu moral, porque yo seré tu rectitud y tu control. El cetro que sostendrás con tu mano cuando mires para contemplar el jardín y su trono, donde yo me siento a acompañarte. El que hemos formado juntos. El que suspiro. El que lleva cada mirada tuya como profecía de una generación.
Llévame. Porque yo te llevo.
Porque Mío.
Sí, Señor.
Mío. Mío.
Propósito.
Amado.
Tuyo y Mío será este parque. Este bosque. Este continente. Esta tierra: Nuestro amor.
Gracias por quedarte un ratito más. Te invitamos a seguir recorriendo nuestro jardín.