La “temorificación” (como la teoriza Lauren) es, para mí, una cuerda invisible que ata y silencia, una violencia estructural disfrazada de moral, corrección y éxito.
Es un muro que parece no estar, pero que se cuela en las grietas del inconsciente, en las palabras de los seres queridos, en las miradas de quienes juramos que nunca nos herirían. Es la prisión que no tiene barrotes, pero que encierra igual.
Por eso, mi primer personaje nació sin nombre, como yo, queriendo ocultarse tras un muro que la hacía invisible. Un Faro escondiéndose… ¿quién lo diría? Pero Lauren me enseñó que no hay que esperar al precipicio para saltar; no hay que dejar que los años se pudran en la espera de un sueño.
Hoy, en una oficina, finjo compromiso, pero mi verdadero pacto es conmigo misma: con el deseo ardiente de que mis historias respiren luz. Así nació esta mujer sin nombre, entregada entera, sin represión, sin moral impuesta, sin ocultamiento. Solo con la fuerza de quien se autodefine, aunque moleste, aunque punce.
¡Adiós, patéticos prejuicios! Exíliense a un planeta muerto, donde ni el eco los recuerde.
Los invito a vivir sin tapujos, con respeto por el otro y por ustedes mismos. A romper las cuerdas invisibles antes de que nos apaguen.
Un beso, mis Rubíes, mis Zafiros.