Desde la antigüedad, he visto cómo las naciones se han forjado a través de la guerra y la rabia. Esos momentos sacan lo peor de nosotros y nos muestran como seres capaces de carecer de empatía. Aunque mi historia esté ambientada en un tiempo lejano, se siente actual: las circunstancias cambian, pero los relatos moldean siempre el presente.
En ese estado miserable, surge también la chispa. La tormenta caótica se convierte en origen de algo nuevo. Hijas del Martillo narra cómo del caos nace una nación distinta, que se atreve a subvertir el orden y a instaurar principios frescos, revolucionarios, aunque dolorosos para quienes creían en el sistema previo.
Sé que este ciclo nunca termina. Mientras existan civilizaciones, habrá relatos de rabia que se transforman en poder creador. Esa es la herencia que dejo en esta saga.