El romance —o la ruptura del romance— entre Natalia y Daniel es una de las formas más humanas en que se ilustra el amor en decadencia. Son dos personas que cometen errores significativos, sin pizca de poesía ni sutileza en la crudeza de sus actos. Sin embargo, la vida en pareja no suele quebrarse de un día para otro: hay procesos, altibajos y contradicciones que marcan el camino antes del desenlace.
Surge entonces la pregunta: ¿todas las parejas que se aman terminan juntas para siempre? ¿El amor entre Natalia y Daniel fue fingido? La respuesta es no. Lo que vemos en Entre Amores y Abismos son pasajes comunes a muchas relaciones, incluso aquellas que parecen sanas. Allí también habitan la duda y la contradicción. La diferencia está en que, en la ficción, esos momentos se intensifican hasta transformarse en relato.
Comprender que el amor y el deseo tienen estructuras complejas —a veces incomprensibles incluso para nosotros mismos— puede ofrecernos una perspectiva distinta sobre nuestras propias relaciones. La contradicción no es un defecto, sino una marca de lo humano.
Quizás uno de los gestos más valiosos que propone el libro es este: preguntarse a uno mismo por qué amamos y odiamos, por qué deseamos y detestamos, por qué somos capaces de unir sentimientos opuestos hacia la misma persona. El fruto de esa contradicción es, en realidad, nuestra naturaleza.
Te invito a sumergirte en Entre Amores y Abismos y descubrir en Natalia y Daniel un espejo de lo que somos: seres que aman, fallan y dudan, pero que en ese vaivén encuentran la esencia de su humanidad.