Soy Sahir. A veces digo que trabajo con fuego, pero no para quemar. El fuego también sirve para cuidar. Si lo miras de cerca, late. Parece una criatura pequeña que te entiende cuando le hablas bajito.
En un lugar oscuro donde otros ven solo tripas y miedo, yo veo una sala de máquinas. Allí se procesa energía: entra tosca, sale afinada. Muchas personas usan esa fuerza para empujar el odio. Yo aprendí otra cosa: se puede doblar como se dobla un río con piedras, para que riegue en vez de arrasar.
Tengo un método. Es simple, porque yo también lo soy:
- Escucho primero. El fuego habla con sonidos chiquitos. Si cruje triste, no lo apresuro.
- Le doy forma. No con las manos, con el cuerpo entero. Me siento cerca hasta que mi respiración le enseña el ritmo.
- Lo comparto. Si un mundo tiembla, acerco la llama y la dejo vibrar. La vibración es puente; del otro lado suele haber vida.
La gente cree que proteger es tapar. A veces proteger es abrir paso. Mi llama guardiana no es un muro; es una canción que aprende el corazón hasta que ya no necesita la mía.