Hace unos días recibí una petición muy especial de la familia Galáctica.
En la vida real, ellos vieron partir a su hija de 14 años hacia el cielo: comenzó su viaje sideral rumbo a una estrella lejana, más allá de nuestro horizonte, pero nunca lejos de nuestro corazón.
Aun así, Martina sigue presente como un legado de aprendizaje en todos nosotros: su alma revolotea en las juntas familiares, en los momentos difíciles, en las palabras que aún recordamos.
Para muchos, incluso para quienes nunca la conocieron en persona, Martina se convirtió en una especie de guía espiritual. Ella libró una gran batalla contra el cáncer, en una etapa de la vida en la que recién se descubren los primeros amores y se sueñan los futuros más brillantes.
Gracias al apoyo de su familia y a la medicina contemporánea, pudo quedarse un tiempo más; ese tiempo, aunque nunca suficiente para nuestros sentires, fue un regalo. Nos dejó una lección silenciosa: nunca fue de muchas palabras; prefería hablar con sus acciones, como quien dirige una obra desde las bambalinas.
Andrea, su madre, me confió el honor de escribir unas palabras para su primer libro: El milagro de Martina. Un tesoro, un regalo majestuoso para quien se atreve a crearlo. Y aquí va mi mensaje para ti, que sueñas con escribir: ¡no esperes más! Martina nos enseñó que las cosas deben vivirse y hacerse. No todos tienen el privilegio de despertar un día más; cada jornada es un verdadero “presente”, una caja de sorpresas cuyo interior desconocemos.
Tomen esta lección que esta pequeña y luminosa estrella nos ha dejado. Y yo lo agradezco, porque tú también me inspiras.
¡Gracias!
Les invito a leer El valeroso viaje de Galactique y Galatiquito, nacido del corazón de este Dragón.