Cuando nació La Reina de los Bribones, una de las historias más nuevas, quise tener una protagonista fría y hostil. El arquetipo básico de la “tsundere” japonesa me parecía un buen punto de partida para invertir la balanza con un personaje femenino fuerte al frente. Pero luego pensé que sería muy simple. Quise algo que viniera de cerca, alguien… un ser muy querido.
Entremezclé la comedia ligera del estilo brocon con algo puro y sincero, tratando de dar una lógica a un fenómeno que me resulta tan difícil de comprender. Es, en otras palabras, mi teoría personal sobre ese fenómeno, tejida con el cariño y la dedicación que siento por esa persona, por su historia y su lucha en silencio. Una lucha que, al ver la verdad, se transformó en tormento y distancia. Para mí no fue así… pero sí golpeó como un duelo.
Marina —o ahora, Ini Marina— es una chica muy especial, con una historia tan secreta como intensa. Peleadora, justiciera, defensora de los débiles. Quizás porque encarnó la injusticia durante toda su vida, porque el mundo no comprendió que solo quería ser bella, que solo quería ser tierna. El mundo le enseñó a ser ruda, a ser fiera.
Solo alguien pudo ver, pese a sus miedos, la luz que llevaba dentro. Le enseñó a ver su pureza. La amó y la respetó como ella quiso. Ese fue su mejor pago. Su credo. Su ley.
Puede que tú también conozcas a alguien que atesore un gran secreto que compartes. O quizá seas tú quien lo guarda, y lo confías solo a una persona.
Valora a esa persona, porque esa entrega es de las que rara vez llegan a nuestras vidas, pero valen más que si todo el mundo nos escuchara. Y si la tienes cerca, cuídala, porque ese vínculo puede convertirse en el verdadero misterio en el corazón.